“Cuando un amigo se va….»
El 29 de Diciembre del 2002 se apagó para siempre la vida del compañero Lorenzo Mariano Miguel. Este hecho conmovió a los argentinos pese a ocurrir en tiempos convulsionados, donde la situación económica y política parecía ocupar toda la atención, marca la importancia que el viejo dirigente había tenido para todos, amigos y adversarios, al punto de que se habría escuchado decir al paso de su cortejo: «Ahí van cincuenta años de mi vida».
Su presencia tiñó la historia obrera argentina de la segunda mitad del Siglo XX: Miguel llegó a ser el dirigente sindical de mayor influencia y un referente político peronista por excelencia. Toda su vida estuvo consagrada a esas dos grandes causas, a las que llegó para servirlas y no para servirse. Nunca aceptó cargos políticos, electivos o no. Tampoco quiso la conducción de la Central Obrera, ese cargo apetecido por tantos otros dirigentes, ofreciendo así una clara demostración de grandeza y desinterés. Él sabía muy bien quién era y a qué aspiraba.
Por eso luchó, sufrió la persecución y la cárcel, logrando el retorno de Perón a la Patria y a su tercera presidencia constitucional. Ese hito justificó para Lorenzo su lucha, porque supo entender el concepto de dirigente como se lo enseñara el General: «Hay una sola clase de dirigentes: los que hacen siempre lo que el Pueblo quiere, llevándolo hacia un destino mejor, donde los dirigentes sirvan – y no se sirvan – de sus representados”.
Para los jóvenes, Lorenzo Miguel será el modelo a seguir cuando las tentaciones del poder quieran obnubilarlos: recuerden siempre al viejo caudillo, aunque no lo conocieron, porque supo ser leal a los trabajadores y al peronismo y reacio a los lujos y prebendas.
Con ejemplos como el del compañero Lorenzo, la Patria demuestra que no todo está perdido y que actuando con los principios que enaltecen al hombre se puede realizar una vida digna para convertirse en el faro de las nuevas generaciones.
“Cuando un amigo se va….»
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